Osasuna20 escribió: ↑24 Jul 2023, 12:22
Alguien puede copiar la entrevista, por favor?
En esta entrevista se va a hablar de Osasuna, de fútbol, claro, pero el objetivo es intentar conocer al Aitor Fernández que hay detrás del que se ve en el campo. Y el portero guipuzcoano se abre de verdad, de corazón. Va de cara, no rehúye ningún disparo. Ha pasado por mucho en su vida, pero ahora es inmensamente feliz.
Empecemos por lo primero que llama la atención. ¿Por qué ese cambio de imagen con el que ha vuelto de vacaciones? ¿Una apuesta?
Hablando con mi mujer, me dijo que no tenía huevos, que no me atrevía y le dije: “¿Que no? Tira” -risas-. Y lo hice con una amiga de mi suegra, en su casa, a las 7 de la mañana. Es peluquera de gente mayor y pensé: “Me tiño y para la pretemporada llegaré bien”. Hasta que fui a la peluquería y no me había crecido tanto el pelo como para cortármelo -sigue riendo-.
¿No se lo va a dejar así?
No, no. Hay que darle un poco de seriedad -se ríe- a la temporada.
Podía haber sido una apuesta o una promesa, porque motivos de sobra hubo la pasada temporada para hacerlas.
Sí, sí... Todos disfrutamos mucho, nosotros, la familia... Está complicado, pero intentaremos repetir o mejorar.
Cuando llegó del Levante, ¿imaginaba una temporada así?
En lo futbolístico, vine a un club donde las cosas se estaban haciendo bien y llevaba cuatro o cinco años asentado en Primera. Pero también en el Levante también lo estábamos y bajamos a Segunda. Así que el objetivo en Osasuna seguía siendo la permanencia, pero quedamos séptimos, llegamos a la final de la Copa del Rey... Impresionante. Y en lo personal, había fallecido mi padre y quería estar cerca de casa, era algo primordial para mí. Así ha sido, estamos encantados y preparados para otro año ilusionante.
Luego hablaremos de esos motivos personales. Pero, ¿cómo se afronta una segunda temporada después de una primera así?
Es mucho más difícil, porque después de haber generado esas expectativas tan altas es más complicado repetir. La afición es consciente de que somos un equipo peleón, eso va con nuestro ADN y no lo vamos a cambiar, pero el fútbol es muy caprichoso y los resultados marcan. No tenemos que perder el norte y el saber que el objetivo es mantenerse en Primera.
Hay un tópico en el fútbol que es decir que hay competencia en la portería, pero en el caso de Osasuna no puede ser más real, con Sergio Herrera y usted, que prácticamente jugaron la mitad de partidos cada uno. ¿Cómo se lleva eso?
Muy bien. Sergio y yo tenemos una amistad muy muy buena. Sabemos que el problema lo tiene Jagoba, que los dos queremos jugar y salimos a entrenar a cara de perro. Pero hacemos muchísimos planes juntos y nos llevamos fenomenal.
¿Por ejemplo, qué suelen hacer juntos?
Sergio vive en una casa y solemos hacer nuestras barbacoas y nuestras cosas. Es más buen tío que la ostra. Los dos queremos jugar y no nos queda otra que trabajar para que Osasuna consiga los objetivos.
¿Y qué bromas se hacen cuando juega uno, el otro no, cómo le quitan hierro?
Es incertidumbre. Decimos: “A ver por dónde le pega el aire a Jagoba este fin de semana” -sonríe-. Pero es que no sabemos quién va a jugar. A veces la gente te pregunta: “Oye, para el Comunio”... Y les decimos: “Pregúntale a Jagoba, nosotros no tenemos ni idea” -risas-.
Dichoso Comunio...
Sí... En este vestuario no jugamos, pero en otros sí, y hay unos piques buenos, ¿eh?
Pues tendrá que organizar uno en este vestuario.
Es que ser administrador es mucho jaleo y con la informática no me llevo bien -ríe-.
Desde fuera, parecen muy diferentes. ¿Lo son?
Sergio parece un poco más nervioso, pero si supieras cómo estoy yo por dentro, estoy como un flan... Hay partidos en los que el equipo necesita esa actividad que impone Sergio y en otros la tranquilidad que doy yo. Es bueno que tengamos esas personalidades tan diferentes.
Sergio es un bromista. ¿Y Aitor?
También, aunque parezca más serio. El otro día me decía un padre: “Ir contigo de juerga tiene que ser la leche, eres muy gracioso”. No sé, yo creo que soy normal.
Parece difícil entender que con su calidad no llegase hasta los 27 años a Primera. ¿Por qué?
Yo jugaba en la cantera del Athletic y sabemos cuál es su filosofía. Hubo una hornada en la que sólo salieron porteros y el fútbol te olvida. Estaban Kepa, Remiro, Unai Simón... Tuve que buscarme las habichuelas en otro lado y empezar de cero. La primera pretemporada que hice en Primera tenía 16 años y debuté con 27. Pasaron una barbaridad de años y llegas a pensar que no vas a llegar nunca.
¿Lo pensó de verdad?
Sí, sí, pero te gusta tanto esto que sigues. El salto de Segunda a Primera es muy grande porque hay mucho dinero y jugársela con un tío que no ha jugado un partido de Primera nunca es complicado. Hace falta algún padrino que confíe en ti y en tu calidad y tú respondas. En mi caso, fue Paco López, que fue uno de mis valedores en el Villarreal B. Le estoy agradecido a él, como lo estoy a Jagoba, con el que di el salto de Segunda B a Segunda en el Numancia y que en un momento complicado de mi carrera me ha vuelto a meter en la rueda del fútbol de Primera División.
Hablemos del Athletic. ¿Qué le faltó para que no subiera al primer equipo?
Madurez -dice rotundo-. Con 15 años te ponen tu primer contrato encima de la mesa. Cobras más que tus padres y crees que el mundo es tuyo, que vas a llegar a Primera y que además tienes que jugar. Te falta madurez, dejas de entrenar, dejas de cuidarte tanto, porque te crees que eres la ostra, ves cuatro pelas que tus amigos no tienen y vas de guay... En fin.
¿Se ha dado cuenta de eso con el tiempo?
Siiií... Vamos que sí me he dado cuenta. Uno de los grandes golpes que me llevé es cuando, después de jugar el Mundial sub-20 en Colombia, al año siguiente no me quería nadie. La sensación que tienes es la de que vas a subir a Segunda y a Primera y la realidad es que firmas con el Barakaldo, que es un histórico, pero acaba de subir de Tercera. Un golpe de realidad. Vas a entrenar y los balones tienen agua del día anterior, parecen medicinales, te tienes que comprar tú el chubasquero porque si llegas un poco tarde no tienes, pasas un frío terrible, la ropa está húmeda porque no da tiempo a secarse... Eso te hace ver la realidad del fútbol y arrepentirte de los años que has tirado.
¿Todo eso le forja el carácter?
Sí, porque piensas que cuando venga otro tren no se te va a escapar. Y por suerte, vino. A veces en el vestuario, alguno, que se sentirá aludido, dice: “Estoy tieso”. Y yo le digo: “Tú no puedes estar tieso. O te rompes o sigues. Yo tengo mi contrato, te lo digo por ti que igual no te pasa otro tren”.
Ha dicho antes que Jagoba tiene mucho que ver en ese segundo tren. ¿Qué pensó cuando le llama para Osasuna?
Primero me llamó Braulio y tenía claro que mi sitio era estar aquí, pero luego te llama Jagoba y te dice que te firma por la calidad, pero sobre todo por cómo eres. Y eso me dice que algo habré cambiado, que tendré esa madurez para que me quieran por cómo soy. Para mi madre es mucho más gratificante que me quieran por mi forma de ser que por mi calidad -risas-.
En el Levante fue muy cotizado y hubo dos momentos que le quiso el Barça. ¿Por qué no fue?
Es cierto. Estos días ha salido que me voy seguro al Crystal Palace.
¿Y se va?
De aquí no me mueve nadie. Salió el otro día y la gente me lo mandaba. Y yo: “A ver, a ver: ¿Estamos locos o qué? Si yo aquí soy feliz, que bebo cerveza en lata en mi casa, que no soy gastador.
¿No le llama el dinero?
Te llama, pero una vez que tienes cierto colchón, buscas la felicidad. Otra cosa es que el club tenga necesidad de vender. Pero yo no pagaría esas cantidades por mí.
Volvamos a lo del Barça.
Mi representante me dijo que estaba en la lista. Hablaban de que Iñaki Peña se quería ir y que iba yo. Pero no se fue. El Barça es una plaza bonita y es algo que sueñas, pero entonces no tenía familia, a mi mujer no le costaba moverse... Ahora me atrevería a decir que no me muevo de aquí por nada del mundo.
Antes ha mencionado la muerte de su padre. En su Instagram, la última publicación, del último partido del año pasado con Osasuna, dice en euskera: “Esta temporada es para ti, aita”.
Sí, él era un enfermo del fútbol y de su hijo. Espero que mi hermana no lea la entrevista -risas-, pero yo era el ojito derecho de mi padre. Él era portero y decía que era mejor que yo. Cuando me vio debutar dijo: “Ya me puedo morir tranquilo”. Estoy convencido de que me ha ayudado muchísimo allá donde esté. No sé si has visto mis guantes, pero hay un bigote. Mi padre, Juan Ángel, tenía bigote.
¿Se acuerda mucho de él?
Mucho. Murió en la pandemia. Estaba transplantado de los pulmones, pero iba como un tiro. Me acuerdo de hacer 40 o 50 km con la bici y me llevaba con el gancho el cabrón. Yo le decía: “No sé quién está mal de los pulmones, ¿tú o yo?” Pero cogió el covid y le afectó directamente a los pulmones, tomaba pastillas para las defensas... Después de fallecer, le seguía llamando después de entrenar como todos los días y de repente me daba cuenta: “Aitor, que no está”. Lo pasé mal, estuve con psicólogos. Esa fue la razón para querer estar cerca de casa.
Y estar cerca de su madre.
Sí, durante un tiempo cogí ese papel de protector que tenía mi padre. No tenía que haberlo hecho. Llegué a decirle a mi representante que si no podía volver cerca de casa dejaba el fútbol. Habría sido un error. La vida sigue, no puedes aferrarte así.
Y la vida le trajo un regalo.
Sí, Ione. Es una pena que mi padre no conociera a mi hija. Fue un palo duro. Yo estuve con una depresión terrible. Falleció mi padre, tuve una cría, que te quita la tontería rápido, el equipo iba mal, estaba lejos de casa, no tenía ayuda de mi familia... Lo pasé fatal. Necesitaba salir sí o sí.
Pues ya está aquí.
Y soy el hombre más feliz del mundo.
Le quería preguntar cómo mantiene los pies en el suelo, pero ya me lo está diciendo.
En el fútbol hay mucho ego. Tengo los tres niveles del curso de entrenadores y no quiero ser entrenador por el ego que hay en Primera División.
¿Y es difícil gestionar todo eso?
Sí, al final le tienes que decir las cosas como son a un tío al que le han dicho con 12 años que es muy bueno. ¿Cómo le dices con 30 que hay otros iguales o mejores? Yo eso no sé. Podría ser el sucesor de Jagoba cuando se jubile, pero no -risas-. No quiero saber nada de eso.
¿Sigue siendo el chaval de Mondragón, con su cuadrilla?
Sí. Es verdad que la gente curra y te juntas con menos, y más ahora con la niña, vas perdiendo algunas amistades con los años aunque mantienes a tus amigos de toda la vida. Pero en cualquier parón voy, y quedamos cuatro o cinco en la sociedad. Y además los cabrones me hacen cocinar. Aprendí a hacer paellas en Valencia y me obligan.
¿Y cómo es su vida en el pueblo cuando va?
Estoy todo el día con mi madre. Si están mi mujer y mi hija no, pero si no, duermo en la misma cama con mi madre. Y con veintipico años también. Me levantaba de la cama y me metía con mis padres, en medio de los dos, viendo las noticias de las 8.30, con un calor de la ostra tapados hasta arriba. Yo disfrutaba con esas cosas e intento hacer lo mismo con mi madre.
En Pamplona vive en el centro.
Me gusta tener una pastelería cerca, un bar cerca, poder tomarme un café. Y la gente te reconoce pero es muy respetuosa.
Y está con el equipo más que nunca con el tema de la UEFA.
Nuestra afición hace que al final de temporada tengamos 12 puntos más. Los necesitamos. Y con respecto a Europa, no podemos hacer nada, solo clasificarnos otra vez séptimos y callarles la boca. Sabemos que el club está trabajando bien para que no nos sancionen.
Esta entrevista sale a la vez que el resultado de las elecciones. ¿Es algo que le interesa?
Sí. Se me había olvidado el voto por correo y voy a ir al pueblo a votar. Sé lo que no quiero que salga y sé lo que quiero que salga. Así me puedo quejar.
¿Cree que los futbolistas están poco comprometidos?
Sí, lo creo. Este vestuario está bastante comprometido para lo hay por ahí.
Es como si no fuera con ustedes lo que pasa en la sociedad.
No se dan cuenta de que en unos años estás ahí, que te quedan muchos para cobrar, cotizar, pensiones, etc.
Y que pasarán por la calle y no les mirarán.
Y hay que estar preparado para eso, ¿eh?
¿Está preparado?
Pero seguramente te llevas un chasco. Ahora llamas a un restaurante y si eres Aitor Fernández tienes sitio. Si llama mi hermana, le dicen que está completo. Eso es así y eso no será así después.
Su mujer, Naiara Beristain, es futbolista y usted sigue mucho el fútbol femenino.
Sí, mi mujer jugó 10 temporadas en Primera y me vacila. Además, con nivel. El fútbol femenino ha crecido mucho pero hay que darle visibilidad, hablo de televisiones.
Se dice que no genera.
Pues la federación ya se lleva dinero... Yo creo que genera pero está sin explotar y no sé por qué. En casa hablo mucho de esto. La exigencia que se les pide a ellas es mucho mayor. Nosotros vamos en avión, ellas en autobús y al día siguiente tienen que currar.
¿Y por qué los jugadores pasan del equipo femenino cuando al revés ellas sí apoyan?
Somos muy egoístas. Los jugadores no hacemos nada ni por el femenino, ni por los juveniles, ni por los genuines, y nos ponen un acto en un colegio y ponemos mala cara... Tenemos todas las tardes libres. No tenemos excusa y somos muy egoístas. Yo veo mucho fútbol femenino pero en casa. A lo mejor tendría que venir aquí a apoyar.
Su lugar favorito.
Mi casa.
Su persona favorita.
Mi mujer y mi hija.
De niño era...
Muy movido.
De adulto.
Mucho más tranquilo. Me gusta mucho estar en casa.
Un color.
El rojo.
Una habilidad oculta.
Ninguna -risas-.
Lo que mejor cocina...
El arroz.
Lo que mejor come...
Me gusta todo.
Un grupo musical.
No soy de música, aunque me gusta más el rock, como ACDC.
Cantar o bailar.
Ninguna de las dos.
Una parada que recuerde.
Con el Numancia, dos que hice al Tenerife.
Una cantada.
Cada vez que voy a jugar contra el Alavés, lío alguna.
Una parada soñada.
Que nos juguemos algún título con Osasuna y pare un penalti.
Un mensaje a la afición.
Sé que ellos van a estar ahí, que la comunión va a ser terrible y no va a parar.